A veces creemos que la realidad es tal como la vemos. Pero, ¿y si no fuera así?
¿Y si estuviéramos mirando la vida a través de unas gafas invisibles, sin darnos cuenta?
Cada una de nosotras interpreta el mundo desde su historia. Desde lo vivido, lo aprendido, lo sentido.
Desde una herida. Desde un recuerdo. Desde una emoción.
No vemos las cosas como son… vemos las cosas como somos.
Hoy llueve.
Mi hija mayor se entristeció porque se suspendió una salida que esperaba con ilusión.
Mi hija menor, en cambio, se alegró porque no tuvo que salir al jardín a ayudar con las plantas.
La lluvia es la misma.
Pero lo que genera en cada una, es distinto.
No es el hecho lo que marca la experiencia. Es la mirada.
Y así vamos por la vida.
Con gafas que ni siquiera sabemos que llevamos puestas.
Algunas son heredadas.
Otras, aprendidas en momentos difíciles.
Muchas ya ni nos sirven, pero aún así seguimos mirando a través de ellas.
Un jardín puede ser alegría para quien ama las flores.
Una tarea para quien trabaja con ellas.
Una molestia para quien solo quiere llegar rápido.
El mismo jardín. Miradas diferentes.
Lo mismo nos pasa con el cuerpo, el deseo, la pareja, el placer, el amor.
Nos aferramos a nuestras interpretaciones como si fueran la única verdad posible.
Discutimos, nos frustramos, nos cerramos…
Cuando en realidad, lo que duele muchas veces no es lo que sucedió.
Sino lo que nos contamos sobre eso.

Y entonces, ¿qué pasaría si te animaras a cuestionar esas gafas?
Si en vez de mirar desde el juicio, lo hicieras desde la curiosidad.
Si pudieras observar a tu pareja, a tu cuerpo, a tu historia… con una mirada nueva.
Una que no repita. Una que no ataque.
Una que abrace.
Cambiar la mirada cambia lo que sentimos.
Y lo que sentimos… transforma la experiencia.
Porque la forma en que miramos, crea realidad.
Quizás hoy sea el día para probar nuevas gafas.
Unas que te permitan ver tu cuerpo como espacio sagrado.
Tu placer como derecho.
Tu historia como camino, no como condena.
¿Desde dónde estás mirando hoy tu vida?
Te leo. Y si querés, podés compartirme también qué gafas sentís que querés dejar atrás.
Seguimos caminando juntas.