Vivimos en tiempos donde abundan las respuestas.
En redes, en medios, en cursos.
Parece que hay una solución, una fórmula, una guía para todo.
Pero… ¿y las preguntas?
¿Dónde quedaron?
¿Quién las hizo?
¿A qué necesidad real responden tantas respuestas prefabricadas?
Me pregunto si no nos volvimos una sociedad que corre a explicar, a solucionar, a saber…
Y que, sin darnos cuenta, ha dejado de preguntarse.
Recuerdo una que cambió mi vida.
Una pregunta sencilla y potente.
Una que me tembló en el cuerpo apenas la escuché:
—¿Y vos, Marisa, qué querés?
En ese momento no supe qué decir.
Estaba tan acostumbrada a que me dijeran qué hacer, qué buscar, qué era “lo correcto”…
Que no tenía tan claro lo que yo quería.
Esa pregunta me devolvió el poder.
Y también el miedo.
Porque hacerse cargo de lo que una quiere es un acto de valentía.
Me la hice.
Me respondí.
Y aunque tuve miedo, actué desde ahí.
Desde mi deseo. Desde mi elección.
Las preguntas abren puertas que las respuestas no saben ni que existen
Desde entonces, cada decisión importante en mi vida partió de una nueva pregunta:
¿Qué quiero?
Y hoy, 16 años después, me acompaña una nueva:
¿Qué mujer estoy siendo hoy?
Sé quién fui.
Sé por qué recorrí ciertos caminos.
Pero esta etapa me invita a mirarme con más honestidad:
a escuchar a mi cuerpo,
a observar mis emociones,
a soltar viejas pieles que ya no me abrigan,
a volver a mí.
Y eso también es preguntar.
Es no dar por sentada la versión de nosotras mismas que ya conocíamos.
Es preguntarnos otra vez, con amor, con tiempo, con verdad.
¿Y vos? ¿Qué te estás preguntando?
¿Te hiciste alguna vez estas preguntas?:
¿Qué quiero?
¿Qué mujer estoy siendo?
¿Quién elige en mi vida?
¿Qué deseo dejar de repetir?
A veces no necesitamos más respuestas.
Necesitamos el coraje de mirarnos y preguntarnos en serio.
Si te sentís en ese punto de tu camino, escribime.
Me encantaría leerte.
Con amor,
Marisa